domingo, 22 de enero de 2012

Villarato

Porque, en el fondo, los números no mienten. A Pepe lo expulsan en la ida de las semifinales de Champions (sí, todavía nos persigue, latente, hasta que lo necesite el señor Mourinho) por una entrada que, en directo, parece naranja y que, después de múltiples polémicas repeticiones, sigue sin haber una opinión aceptada. Supongamos que no era roja (ni falta, da lo mismo).


La estrategia más utilizada contra el Barça por Míster tengo-cinco-años-y-personalidad-talibán consiste en destruir y correr. Pierdes la posesión. Las faltas, básicamente, se cometen en defensa. Ergo…


Mourinho nunca se acordará públicamente de las no-expulsiones del partido del miércoles pasado. Las de Pepe y Carvalho son de manual. Aquello de "cuando me dejen terminar con once veremos" no le sirvió para esta rueda de prensa. Tiene otras como "estas derrotas son muy fáciles de digerir". En general, cuando es capaz de recordar los goles encajados, tira del recurso de señalar los errores cometidos: que si por alto no se puede, que si es imperdonable que nos pillen a la contra, que si con el marcador a favor no podemos permitirnos cometer aquel error, que si un balón dividido no puede ser para el rival… Obviamente.


En esta rueda de prensa, el niñato quiso recalcar lo injusto de responsabilizarse de las derrotas (ya, que se le critique el planteamiento de equipo de tercera solo cuando pierde, y no en la final de Copa -lo suyo sería criticarle siempre, pero cualquiera convence a tanto pensador madridista).


Los árbitros se equivocan. La libreta de Peter Brand también resistiría este factor. Sabría que si en veinte ocasiones el defensa llega justo al atacante, probablemente en cinco la cosa se complique… y el árbitro tomará una decisión, correcta o no. Si defiendo, me la juego. Si en el meollo coloco a un asesino, juego sobre seguro. En aquella semifinal de Champions el árbitro pudo equivocarse. Y claro que una expulsión tiene repercusión en una eliminatoria. Como la tienen las dos expulsiones de Copa. Uno se agarra a la que le interesa. Pero, al final, es cuestión de probabilidades.

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