Ala de un avion |
Difusor de un F1 |
Difusor de un coche "de calle" |
Lotus 78 |
Lotus 79 |
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No es (solo) el hecho de que defienda menos puntos. Es la forma en la que llegan, las sensaciones que dan. Nadal llega como número 1, pero el que lo defiende es Djokovic.
El sistema de puntuación de la ATP protege a su líder, impide que una buena racha o simplemente un buen arranque de temporada te sitúe a la cabeza -en resumen, se computan las puntuaciones de los doce meses anteriores, de forma que cuando juegan un torneo se le restan los conseguidos la temporada anterior; como curiosidad, se ha llegado a dar que el adelanto de un torneo (perdonen la imprecisión) una semana con respecto al año anterior hiciera que en la puntuación de cada jugador se sumaran los resultados de los dos años, aunque tan solo durante esa semana-. Es habitual oír lo injusto que es que te descuenten los puntos conseguidos en la edición anterior, que no es razonable que aun ganando el torneo pierdas el número 1, etc. Aquello de la Carrera de campeones no llegó a cuajar por algo.
El actual sistema de puntuación, a pesar del aplastante comienzo de Djokovic, ha mantenido a Nadal al frente de la clasificación. Si este arranque de temporada de Djokovic impresiona, que Nadal conserve su posición lo hace más. Y es que en 2010 el serbio no hizo una mala segunda mitad de temporada.
No obstante, llega Wimbledon y con él un nuevo número 1. La situación es similar a la de Roland Garros. Peor. En 2010 Djokovic no pasó de semifinales (720 puntos). Nadal ganó a Berdych (2000 puntos). Nadal no puede mejorar, obviamente, y su ventaja en la clasificación actualmente es de 65 puntos. Si Nadal pierde en la final conseguirá 1200 puntos, o sea, perderá 800. Suficiente para Djokovic (que protege 720). Y, si Nadal gana, Djokovic deberá llegar a la final para conseguir el número 1. Todas estas operaciones, sumadas al estado de forma de cada uno, hacen que el que arranca como futuro líder de la tabla sea el serbio. Con todas las papeletas para Djokovic, el sorteo le empareja en unas hipotéticas (no tanto) semifinales con Federer, que le puede volver a echar una mano. Y si aguanta Wimbledon Nadal tendrá un respiro hasta el US Open.
Por cierto, sacando como en Queen's no será necesario buscar una calculadora.
Sorprende que los medios madrileños aviven las esperanzas de su público. Es verdad que Cesc es lo más parecido a la solución para el Real Madrid. Ya vengan Agüero, Neymar o Maicon, el Madrid tendrá que salir con once. Cualquier incorporación aportará mucho, pero poco más que aquel al que siente. Y, aunque los acompañantes de Xabi Alonso son de primer nivel, ninguno le adelanta el trabajo a los de arriba: ni les prepara el contraataque, ni les evita perder tiempo en un control, por no hablar de regalarles algún gol.
¿Alguien cree que Pedrito se acabaría llamando Pedro en el Madrid? Cuando Messi nos asombra con su "sin el equipo no sería posible" -no siendo su caso-, nos damos cuenta de que el mérito está en la idea.
El Bernabéu no tiene paciencia, Florentino tiene dinero. Si las cosas no funcionan cortamos un par de cabezas, dibujamos unos cuantos ceros y probamos suerte. Parece que este año tampoco acertarán.
Porque Cesc acabará jugando en el Barça. Y he aquí la paradoja: no necesita al mejor jugador del mercado madridista. A pesar de que la temporada es larga, no es bueno tener a jugadores de este nivel (la palabra adecuada es caché) en el banquillo. Además, implicaría la marcha de Thiago, un jugador que, tras su primera temporada en el equipo, promete más que Xavi. Y se puede convertir en un nuevo caso Cesc.
Es el actual capricho de Pep. Su marcha fue polémica, y un equipo que presume de cantera va a hacer un negocio redondo. Con Begiristáin quizá Thiago tuviera posibilidades, pero, tal como están las cosas, el Barça se está arriesgando a que la confirmación de una pésima operación se convierta en el origen de la siguiente.
Me toca presentarme. Seré breve, que con una introducción ya era suficiente. Para justificarla, en esta habrá tildes.
Nois es el que nos intentará dar su opinión (explicar, según él) sobre las posibilidades de que Djokovic consiga el número 1 (ya, nadie lo duda, pero es que él nos lo va a "explicar", ojo), las razones por las que Pepe llama loco a Messi, por qué Webber está haciendo el ridículo o cuál es el jugador más guapo de la NFL. Todo bien "sencillo", para que lo entendamos.
Yo, algo más limitado -por nuestra actitud se podría adivinar hacia dónde cojea cada uno (si no lo hubiera declarado Nois previamente)- me tendré que conformar con destrozar una polémica o matizar algún comentario de Afredo Relaño. Solo es uno de tantos, y quizá me equivoque de poeta, porque a este ya le ha intentado rebatir Rubén Uría, pero contra esta pared es inútil disparar.
Son estos grandes genios de la literatura deportiva los que nos animan a escribir. Los debates deportivos compiten (en decibelios de momento, y acabarán compartiendo temática) con Sálvame, las portadas de la prensa parecen ideadas por Los Morancos, los informativos son tertulias de taberna... En resumen, no somos los culpables de que seamos tan atrevidos. Y encontraremos algo sobre lo que discutir sin la necesidad de arrancarle una entrevista a Cristiano Ronaldo que nos salve la semana.